A veces no es agradable pero cuando alguien que nos quiere dice que
hagamos o dejemos de hacer algo lo mejor es tomarlo en cuenta porque siempre
desea nuestro bien.
Había una vez un niño como de diez años que fue con sus padres a pasear
a un bosque cercano a su aldea. Se divertía mucho subiendo de árbol en árbol y
recogiendo unas flores que habían en las ramas. Parecía un monito, o Tarzán,
mientras se colgaba y balanceaba. Su padre lo cuidaba desde abajo…
Pero, de repente, su padre le ordenó en voz alta que no se moviera para
nada…
El muchacho obedeció, y parece que hasta dejó de respirar. Verdad que
estaba en una posición incómoda, pero así y todo hizo el esfuerzo de quedarse
quieto.
Luego de un momento, vio con horror pasar una serpiente mediana muy
cerca de él. Quiso gritar de miedo pero se contuvo. Cuando la serpiente se
alejó, el muchacho se bajó del árbol y abrazó desesperadamente a su padre, y
éste le explicó que si se hubiera movido, la serpiente, al creerse atacada, le
hubiera mordido y como era venenosa talvez le hubiera matado.
Su obediencia le había salvado…
¿Qué hubiera pasado si el muchacho, en vez de obedecer primero le
hubiera preguntado por qué, o peor, hubiera seguido jugando?
Esta historia me contó mi mami, y siempre la recuerdo.
A veces nuestros mayores nos piden, o directamente nos ordenan cosas que
en ese momento parecen desagradables: hacer dos o tres ejercicios de números
más de lo que nos dijo la maestra, ver menos tele, ayudar a lavar nuestra
propia ropa, dejar de jugar en el patio o la calle, etc. No nos gusta porque la
diversión nos cautiva; pero si la orden viene de quien nos ama, lo mejor es
hacerles caso porque nunca nos harán hacer lo que nos perjudica sino lo que nos
conviene. Como pequeños talvez no lo entendemos, pero debemos tener fe y
confianza.
El niño desobediente toma el control de su propia vida, y es como si
manejara un auto; con su poca experiencia es fácil que lo choque y se haga
daño.
Así entiendo yo el valor de la obediencia…
Cuando comprendamos mejor la vida, cuando seamos más grandes en cuerpo,
pensamiento y espíritu, ya llagará la hora de tomar nuestras propias decisiones.
Es más, si estudiamos mucho y supimos ser obedientes, entenderemos el porqué de
las cosas. Incluso tendremos la sabiduría para dar consejos a los demás.
Porque quien quiere llegar a mandar primero debe aprender a obedecer.
Claro, sólo debemos obedecer a quienes estamos seguros de que desean
nuestro bien, y a las leyes, pero nunca a los desconocidos o a los malvados.
Verdad?
Chau…
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